jueves, septiembre 21, 2006


Leo en un reportaje de la BBC de Londres acerca de la esquizofrenia:

"-Es un trastorno cerebral en el que la elevación de un neurotransmisor llamado dopamina produce síntomas como voces o delirios-, explica. La esquizofrenia es una enfermedad que interfiere con la capacidad de la persona para reconocer lo que es real. El paciente es incapaz de controlar las emociones, pensar con claridad, emitir juicios, comunicarse y relacionarse con los demás. "

Mmm... me suena... (¡cambia la hoja, quiero ver cuando es el concierto de Cerati!)

Cambie la hoja del periódico a la sección de horóscopos. Tenía que leer como les va a ir hoy a mis múltiples personalidades.

lunes, septiembre 18, 2006

suicidio


Cambié la pecera de lugar.
Junto a la ventana del baño.
Y desde allí él miraba, esperaba...

Mientras, aproveché para darme una ducha.
Deslicé mi pie en la tina.

Ese día el pez había amanecido contento.
Soltaba burbujas.

Busqué el shampoo.

Un chasquido en el agua de la bañera.
El pez había saltado.
Las burbujas -de su respiración, no del jabón- empezaron a multiplicarse.

El pez se había suicidado.

Pensé seriamente en las razones.

No encontré otra.
Buscaba el mar.

La espuma del mar.

Por lo menos llegaría limpio al cielo (¿mar?) de los peces.

Una especie de confesión.
Puede ser.

Nadie sabe a ciencia cierta que pasa por la cabeza de un pez para tomar ese tipo de decisiones.

lunes, septiembre 04, 2006

L i t o r a l


Ayer llovía en la noche.
Intermitentemente.
Un concierto de gotas en la calle.
Se me olvidó el paraguas en casa.
Qué tonta.
Salí con un periódico cubriéndome la cabeza.
En menos de dos minutos me convertí en un húmedo molusco.
Seguí caminando por la Avenida Revolución.
De molusco pasé a pulpo, luego a mantarraya, tiburón, ballena, plancton... toda la fauna marina.
La lluvia se convirtió en tormenta.
Y yo allí, caminando, con el agua inundándome los ojos.
Una inundación.
Pasé junto a una alcantarilla.
Estaba tan mojada que no me dí cuenta del momento en que me convertí en líquido.
Y así, líquida, me llevó la corriente.
Con miedo me dí cuenta que navegaba por el drenaje profundo de la ciudad de México.
Oscuro.
El halo de algún poste de luz se filtró.
Por lo menos ya podía ver algo.
En mi flotaban latas de coca cola, bolsas de supermercado y alguna que otra colilla de cigarro que algún inconsciente había tirado al suelo.
Escuché que afuera seguía lloviendo, más fuerte.
El concierto de gotas cambió de Andante a Alegro Molto Vivace.
La corriente me llevó más rápido cada vez.
Un revolución.
Tardé una semana en ver la luz del sol.

La luz del sol.
El calor de sol.
El color del sol.
Sal.
El olor del mar.
Litoral.
Literal.

Y yo allí, en mi forma líquida, sucia, llena de latas y bolsas.
Abracé al mar con cierta vergüenza.
Me abrazó dulce, cálido...


Y yo allí, en mi forma líquida.

Había mutado.

Y desde este día me convertí en mar.



Las olas, la pleamar y las mareas.





Me había convertido en mar.