Gracias totales
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La noticia más bella de la semana pasada:
¡SODA VUELVE!
El lunes, los boletos... ya estoy formada. Primera fila. Faltaba más.
Soy un profanador
estoy desafiando al tiempo
ya vez mi trasgresión
es procurar tenerte
AHHHHHHHHH
Abandono
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La princesita tiene afición por las azoteas, sobre todo cuando hay viento suave, de ese que mueve los cabellos como si fueran dedos. Le gustan las azoteas porque casi todo el tiempo están solas, como abandonadas. Sólo están ocupadas en la mañana, cuando las mujeres suben a lavar la ropa y la tienden a secar en los días con sol, pero no pasa mucho para que esa parte de las casas vuelva a su naturaleza solitaria.
Es entonces cuando una especie desconocida, las princesas, las verdaderas princesas (porque esas de los cuentos que nos cuentan cuando niños son pura fantasía de algún autor depravado, o de gente que no tiene nada que hacer) salen a observar su reino de tinacos y antenas de TV. A una de esas princesitas le gustaría conocer en ese lugar idílico a un príncipe que la tumbara ahí, en el silencio de la tarde, y que le dijera secretos al oído sin mencionar palabra, secretos adornados con uno que otro canto de gorriones, enmedio de las sábanas inmaculadas por el cloro y con el aroma primaveral del suavitel.
La princesita ha pensado seriamente en el por qué le gustan tanto las azoteas. Lo piensa siempre recargada en uno de los muros mientras le dan los últimos rayos de sol del día. Tal vez sea porque se siente un poco identificada. Sólo un poco.